Del libro Pájaros, bestias y flores (1920 -1923)
Versión de Marcelo Covián en "Poemas escogidos", Visor de Poesía, 2011.
Pez,
oh pez,
¡Qué
poco te importa nada!
Ya
sea que suban las aguas y cubran la tierra;
Ya
sea que languidezcan en los valles,
A
ti lo mismo te da.
Acuático,
subacuático
Sumergido
Y
conmovido por las olas.
Cuando
ruedan las aguas,
Tú
ruedas.
Lavan
las aguas
Y
te lavas en ti mismo
Y
jamás emerges.
Nunca
sabes.
Nunca
comprendes.
Tu
vida es un canal de sensaciones a tus costados,
Un
flujo repentino contra los mayales de tus aletas hasta la espiral de tu cola,
Y
agua húmedamente al fuego en las parrillas de tus branquias:
Ojos
líquidos y fijos.
Hasta
las serpientes se acuestan juntas.
Pero,
oh, pez, esa roca en el agua,
Tú
sólo te acuestas con las aguas;
Una
sola caricia.
Ni
dedos, ni manos ni pies, ni labios;
Ni
tiernos hocicos,
Ni
ombligos melancólicos,
Ni
muslos del deseo,
Nada.
Tú
y tu desnudo elemento,
Ola
basculante.
Corveteantes
trocitos de estaño en la luz de la tarde.
¿Quién
echa su espera a la corriente desnuda?
¿En
la ola madre?
¿Quién
nada sepultado?
¿Quién
yace con las aguas de su pasión silenciosa, elemento de las entrañas?
−Pez
en las aguas bajo la tierra.
¿Cuánto
cuesta su pan sobre las aguas?
Él
mismo todo plateado él mismo
No
más
En
el elemento.
Nada
más.
Él
mismo,
Y
el elemento.
¡Y
el alimento, por supuesto!
Ojos
ávidos de agua,
Portal
abierto de la boca
Y
la fuerte espina impulsando, conduciendo;
Y
devorando la panza voraz.
¡Y
el temor también!
¡Conoce
el temor!
Acuosos
ojos avizores,
Una
cometida que casi grita,
Casi
voz de pez
Cuando
llega el lucio…
Entonces,
medio vistoso que vivamente levanta la cola desde una sombra.
Alimento
y miedo y joie de vivre,
Sin
amor.
Al
revés:
Joie de vivre y miedo
y alimento,
Todo
sin amor.
Quelle joie de vivre
Dans l’eau!
Lentamente
bostezar por las aguas,
Solo
en el elemento;
Hundirse
y elevarse y dormirse con las aguas;
Parlotear
interminables olitas imposibles de oír en la ola;
Respirar
de la corriente en las branquias,
Sangre de pez corriendo
lentamente al lado de la corriente, extrayendo fuego de pez;
Tener
al elemento debajo de uno, como a un amante;
Y
saltar de pronto con un click corveteante por el aire,
Provocativo.
Cayendo
como una bofetada en el rostro del agua.
¡Y
converger en sí mismo!
¡Ser
un pez!
Absolutamente
sin recelos
Ser
un pez
En
las aguas.
¡Desenamorado
y tan vivo!
Nacido
antes de que Dios fuera amor
O
que la vida conociera el amor.
Hermosamente
anticipado a todo eso.
Admito
que se mueven en cardúmenes
Los
peces,
En
enjambres viajan.
Pero
en silencio y sin contacto.
No
intercambian palabra ni espasmos, ni siquiera rabia.
Ni
una caricia.
Muchos
suspendidos juntos, apartados para siempre,
Cada
uno a solas con las aguas, sobre una ola con el resto.
Entre
ellos únicamente el magnetismo del agua.
Yo
vi una serpiente acuática cruzar el Anapo
Y
le dije a mi corazón, ¡mírala, mírala!
¡Con la cabeza en alto
conduciéndose como un pájaro!
Es una rara, pero pertenece…
Pero
sentado en una barca en el lago Zeller
Y
observando los peces en las aguas movedizas
Que
aparecían y nadaban y seguían su camino,
Le
dije a mi corazón ¿quiénes son éstos?
Y
mi corazón no pudo poseerlos…
Un
lucio joven y delgado, con elegantes aletas
Y
traje a rayas grises, un joven cachorro de lucio
Avanzando
en la profundidad, casi fuera de la vista,
Como
un patán en el oscuro pavimento…
¡Ah,
alguien conocido!
Pero
al observar más de cerca
Ese
movimiento fatalmente inmóvil,
Ese
cuerpo nada natural de barril, esa larga nariz de demonio…
Partí
aclamándole.
Había
cometido un error, no lo conocía;
Este
alma monótona y gris en el agua,
Este
intenso individuo en las sombras,
Pez
vivo.
Yo
no conocía a su Dios.
Yo
no conocía a su Dios.
Lo
que tal vez sea la última confesión que la vida tiene que arrancarnos.
Vi,
una vez, apenas,
La
cometida de un gran lucio
Y
volaron los peces pequeñitos como esquirlas.
Y
yo le dije a mi corazón, hay límites
Para ti, mi corazón;
Y para el único Dios.
Los peces me superan.
Otros
Dioses
Fuera
de mi alcance… dios más allá de mi Dios…
Ellos
me superan, son peces.
Me
alzo en el límite de mi ser
Y
lanzo mi mirada y veo
Peces
en la distancia
Como
quien se sube a un banco a ver por la ventana.
He
esperado con una larga caña de pescar
Y
de pronto he sacado un pez verde y dorado, luciente, de las profundidades.
Y
lo hice volar como una aureola alrededor de mi cabeza,
Embistiendo
en el aire desde mi sedal.
Le
quité el anzuelo a su boca córnea, acuosa y boqueante,
Y
vi su ojo bizco de terror,
Su
ojo rojiverde, enjoyado de agua, espejo plano, brillante,
Y
le sentí latir en mi mano con un estertor mucoso y saltarín.
Y
mi corazón se acusó
Pensando.
Yo no soy la medida de la creación
Esto me supera, este pez.
Su Dios está lejos de mi Dios.
Y
la verdidorada y pura laca mucosa se desprende en mi mano,
Y
el ojo de espejo rojidorado clava la vista y muere,
Y
se desvanece el suave contorno de agua.
Pero
no antes de que yo supiera,
Él
nació frente a mi amanecer,
Antes
de mi tiempo.
Él
me precede.
Y
yo, un horror luminoso de muchos dedos para él,
Le
he hecho morir.
Peces,
Con
sus ojos dorados y rojos y rayos de verde puro y subdorado,
Y
soledad anterior al mundo,
Y
más-que-desamor,
Y
carne blanca;
Se
mueven en otros círculos.
Forasteros.
Caminantes
del agua.
Cosas
de un solo elemento.
Acuosos,
Cada
uno por sí mismo.
Los
gatos y los napolitanos,
Sulfurosas
bestias solares,
Apetecen
más los peces que el agua;
Vívida
agua
Para
calmar sus lascivas ultrasulfúricas.
Pero
yo, yo sólo me pregunto
Y
nada sé.
No
conozco los peces.
En
el principio,
Jesús
fue llamado el Pez…
Y
en el final.
ZELL-AM-SEE
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